Desgranando las circunstancias que implícitamente se contienen en el resultado final del proyecto, éste se presenta casi como un repertorio catalogado de soluciones ortodoxas a aquellos factores que, por pura funcionalidad, pueden determinar un trabajo arquitectónico. Primeramente, el uso. En concordancia con los tiempos, se pasa de un modelo hospitalario de pabellón a uno de varios bloques interconectados mediante el vestíbulo, se incrementan los recursos asistenciales ambulatorios, se otorga continuidad y proximidad a las distintas áreas: urgencias, semicríticos, críticos y quirófanos, se independizan los circuitos de pacientes y personal en las consultas y gabinetes (así como las entradas para el área ambulatoria, área de hospitalización, urgencias y área de radioterapia), se conecta el área de esterilización y el área quirúrgica con un gran almacén automatizado, se reúne el área de laboratorios, etc. En segundo término, el lugar: el terreno y la morfología urbana. El hospital se sitúa esquinado en una supermanzana que hace de transición entre el Eixample y el barrio del Guinardó, al cual adapta sus alzados como adapta su sección al notable incremento de la pendiente que se produce también en este límite. Por último, el peso de la historia. No únicamente el de la memoria histórica, que se remonta a la fusión de los seis hospitales que había en Barcelona allá por 1401, sino al de una historia viva, presente hoy en el antiguo hospital, el edificio civil más relevante del modernismo catalán, con el que se ve obligado a relacionarse y convivir. Creo que es posible interpretar una cierta dualidad en el papel que juega todo este marco de circunstancias en la creación del nuevo edificio. El exceso de información puede verse como un hecho coercitivo (demasiadas exigencias a las que responder pueden dificultar enormemente una conclusión) o como un catalizador a la hora de trabajar (resolver el sistema cuando hay más ecuaciones que incógnitas lo hace claro y fácil de corregir). Sin duda, en este caso, me decanto por la segunda alternativa.
Este equipamiento, como ocurre con la Ciudad Judicial, es muestra del salto temporal y evolutivo que distancia a la ciudad de Barcelona con respecto a la de Sevilla. Por ejemplo, en cuanto a equipamientos médicos, en Sevilla se da una gran profusión de centros ambulatorios y sólo dos grandes centros hospitalarios, la Ciudad Sanitaria Virgen del Rocío y el Hospital Universitario Virgen Macarena, ambos situados en barrios periféricos y construidos en la década de 1950, sirven a toda la ciudad. Y por encima de un problema de colapso de afluencia, que aún no se ha hecho patente, existen indudablemente, por la lejanía del tiempo en que estos edificios fueron pensados, problemas prácticos en cuanto a la organización y calidad de los espacios. Todo apunta a que la tendencia futura de crecimiento expandirá los límites de la ciudad, absorbiendo progresivamente los municipios más cercanos y sus respectivos equipamientos (muchas veces más actuales), o creando quizás otros nuevos, siguiendo una línea de desarrollo, como ya he expuesto en otras ocasiones, similar en muchos puntos a la de Barcelona.