jueves, 10 de junio de 2010

Perspectiva de futuro (Vila Olímpica)

Es fácil mostrarse incrédulo ante las imágenes de la Barcelona anterior a los Juegos Olímpicos que se nos mostraron durante la visita. El estado resultaba, para alguien que ha conocido recientemente la ciudad, absolutamente impropio de ella, lo que no puede ser más que buena señal a la hora de valorar el grado de acierto de la intervención.


Es igualmente cierto que, sumados a ese estado de partida los tan particulares factores relativos a la situación y al uso que se entremezclaban en las bases de este proyecto, debía resultar altamente complicado poder atender a todos de un modo igualmente satisfactorio. A nivel de barrio, por ejemplo, se sacrificó un poco el nivel de espectacularidad o especificidad en lo requerido durante la celebración del evento para poner las miras en su funcionamiento futuro, consiguiendo, con el paso de los años y a través de ciertas estrategias (homogeneizar el aspecto visual de lo edificado con el ladrillo visto, repartir la obra construida entre multitud de arquitectos, mimar especialmente la dimensión pública, etc.), que el conjunto residencial resultante no tenga nada que envidiar, ni por exceso ni por defecto, a cualquier referente de su clase. La relación con las áreas circundantes es efectiva, actuando además como nexo entre la ciudad preexistente y el hasta entonces desaprovechado frente marítimo (hecho inexplicable a mi modo de ver). Obviamente, por ciertos desaciertos en el planteamiento o quizás por no ser suficiente el tiempo transcurrido desde entonces para una completa definición de la zona y su carácter, pueden encontrarse ciertas incoherencias: edificación fuera de escala en algunos tramos demasiado cercanos a la línea de costa, orientación excesivamente turística de las playas,… Pero, como decía al comienzo, no pueden exigirse extremos incompatibles: playas amplias y tranquilas en contacto con el centro turístico y nuevas áreas en pleno desarrollo de una gran ciudad como Barcelona.

Una vez más, el símil más directo es la Isla de la Cartuja que, situada al otro margen del Guadalquivir, se proyectó y se abrió a la ciudad, previa reforma de antiguos recorridos ferroviarios, con motivo de la Expo 92. Los grandes problemas han venido revelándose con el paso del tiempo, y es exactamente ahí donde creo que la Vila Olímpica se revelaría victoriosa ante la comparación con cualquier otra intervención de parecidas características o circunstancias. El que no se contemplara ningún uso residencial en su momento hizo más difícil la posterior readaptación e inclusión en la dinámica de la ciudad, propiciando un casi completo abandono en muchos casos.

Pienso que este tipo de planteamientos no pueden considerarse, en la inmensa mayoría de los casos, un fracaso estricto, dado el impulso para el avance que proporcionan, a uno u otro nivel, a la ciudad. No obstante, la Vila Olímpica expande su repercusión más allá y se presenta como un organismo complejo pero armoniosamente integrado; de hecho, da la sensación de que su existencia se remontara mucho tiempo atrás.