sábado, 20 de febrero de 2010



En el recorrido por Ciutat Vella me ha sorprendido la variedad de los espacios. En su mayoría, han sido espacios públicos creados a posteriori; bien porque se ha derribado lo que había con el fin de reducir la densidad, o bien porque se le ha cambiado el uso convirtiéndolo en público.
Son estos espacios, más espontáneos e irregulares, los que tienen un encanto especial para mi; como por ejemplo patios en su origen cerrados, hoy en día abiertos al público.
En San Sebastián la ciudad de origen, bajo el monte Urgull, fue quemada en 1813. Sólo se salvó una calle, el “31 de agosto”. Al rehacerse se implantó una traza mucho más ordenada en el que no se mezclan restos romanos con medievales. Hay menos rincones que te sorprenden (puede ser también porque sea más pequeña).
Sin embargo, la plaza de la Trinidad, reformada por Peña Ganchegui, es un acogedor espacio que se encuentra en medio del ajetreo de la Parte Vieja. Como los cementerios reconvertidos en plazas de Barcelona, este espacio desamortizado a la iglesia fue transformado en plaza que además alberga un frontón y una zona para jugar a los bolos.
En este aspecto encontré Ciutat Vella escasa de actividades. Por supuesto, con la excepción del intenso movimiento de barrio de los vecinos. ¡Espero que disfruten de la ensalada!