martes, 9 de marzo de 2010

EL PLA CERDÀ Y EL MODERNISMO CATALAN

Resulta evidente que los aspectos más visibles y más celebrados de la modernidad catalana son bastante diferentes de los que preocupaban a Cerdà.

El puerto y las estaciones de trenes para el modernismo pasaron a ser simples cuestiones técnicas; resultaban más sostensibles los tranvías, los nuevos hoteles, los grandes almacenes, los escaparates, los anuncios, el mobiliario urbano, la iluminación eléctrica, los trabajos de marquetería o la visibilidad de una moda cambiante. Son aspectos que equiparan Barcelona a las grandes capitales modernas y califican su paisaje urbano.

La plaza Catalunya, que Cerdà no había previsto y que debe ser el nuevo centro moderno de la ciudad, tiene que contener "[...] unos edificios que además de permitir la circulación libre en todos los conceptos, puedan destinarse a tiendas, almacenes, cafés y restaurantes [...]."

Frente a esas perspectivas, el aspecto del Eixample no parece por aquel entonces en absoluto apropiado:
"Sólo se ven manzanas más o menos regulares en su capacidad, pero en la forma vienen a ser casi simétricas. Todos los cruces puntos visuales se ven iguales, cansancio, hastío. Eso no pasa en las grandes ciudades donde la visual estratégica y perspectiva artística se estudia con tanto esmero para evitar dicho defecto" (La Vanguardia, 9 de febrero de 1887)
Se propone "la reforma de ornamentación y visualidad, puesto que es indudable que la monotonía enorme, que se encuentra al cruzar las calles de la nueva Barcelona, abruman en el vacío, pues la monotonía es uno de los defectos principales que se trata de corregir" (La Vanguardia, 25 de enero de 1887).

Años después, Puig i Cadafalch, en sus propuestas para la Barcelona dels anys a venir ,lo declaraba "uno de los horrores más grandes de mundo" y lo compara con las galerías de nichos de los cementerios.
En la actualidad, los edificios modernistas parecen consustanciales al paisaje del Eixample, pero, de hecho, son la respuesta a esas valoraciones: auténticos manifiestos en contra de Cerdà de una generación que lo apreciaba muy poco.

Son también una de las pruebas más evidentes de la capacidad de adaptación de un marco urbanístico determinante que hoy sigue estructurando el núcleo de nuestra metrópoli.


EL CRECIMIENTO DE LA CIUDAD DE MATARÓ

En el siglo XVI Mataró era una pequeña ciudad medieval edificada alrededor de Santa María y de la plaza Mayor. Su importante y progresivo crecimiento económico y demográfico hicieron necesarias, y al mismo tiempo posibles, la construcción de la muralla y la incorporación de nuevos espacios urbanos.



El crecimiento de la ciudad de Mataró sobretodo estuvo marcada por la Revolución Industrial. En Mataró, como en otras ciudades catalanas, la industria textil experimentó importantes transformaciones gracias a la incorporación de las novedades en maquinaria, primero a vapor y más tarde eléctrica. Un aumento de la población acentuó todavía más el abismo existente entre las clases sociales burguesas y las trabajadoras.


Ante este crecimiento, la fisonomía de la ciudad también se fue transformando: las estrechas calles de la antigua Mataró contrastaban con las chimeneas altas y las naves industriales espaciosas, que rompían la línea de las pequeñas cases de cós (construcciones en un solar de unos cinco metros de anchura, propias de las clases populares).
Pronto el crecimiento urbano se tuvo que regular con un Plan del Ensanche, redactado por Emili Cabanyes y Melcior de Palau, que controlaba el crecimiento desmesurado de la ciudad.

El crecimiento de Mataró hoy en día responde a un crecimiento orgánico debido seguramente a su dificultosa topografía y los diferentes núcleos que se han generado, creando una ciudad formada por barrios altamente diferenciados tanto de forma urbana como tipológica.