Ciutat vella Barcelona_Mallorca
Al conocer las transformaciones del casco antiguo de la ciudad de Mallorca a lo largo de la historia nos damos cuenta que tiene un gran parecido A Barcelona.
A lo largo del siglo XIX la situación sanitaria y social de la población de Palma de Mallorca se había ido haciendo asfixiante. La muralla que había permitido a la ciudad resistir ataques en el pasado tan solo conservaba ahora la función de frontera y, además, representaba un limite para la expansión urbana. El crecimiento demográfico elevó la población de 41.000 habitantes en 1842 a 61.000 en 1887.
Las condiciones de salubridad empeoraban debido de la densidad y de la falta de infraestructuras sanitarias como las redes de alcantarillado o agua corriente. Los entierros en cementerios delante de las iglesias eran focos de infecciones, de contaminación de aguas subterráneas y de epidemias.
La ciudad, de la misma manera que Barcelona, había sido castigada por la peste en los siglos XV y XVI, sufrió además, diversas epidemias a lo largo del XIX, como la fiebre amarilla, la cólera o el sarampión.
A principios del siglo XIX Palma, al igual que Barcelona, estaba cercada por murallas. La ciudad apenas había sufrido modificaciones urbanas desde el siglo XVII, carecía de calles anchas, y agua corriente, por lo que surgió la necesidad de expandirse más allá de las murallas. En enero de 1873 el presidente de la república española, Estanislao Figueras, autorizó el derribo de parte de la muralla que daba al mar.
El 12 de febrero de 1902, el rey Alfonso XIII firmó la Real Orden concediendo el inmediato derribo de las murallas. Varios años antes, en 1897, ya se había convocado el concurso municipal para la realización del plan de Ensanche que ganó Calvet.