Es curioso que estemos día tras día observando y conociendo la ciudad, pero sin darnos cuenta de que sólo es una parte la que miramos. Sabemos que bajo tierra hay infraestructuras: trenes, metros, alcantarillado… pero nunca había pasado por mi cabeza pensar lo que ocurre cada vez que llueve, ¿cómo no se colapsa la ciudad cada vez que llueve? La respuesta me la ha dado esta visita; ver que existen unos depósitos de agua de gran capacidad distribuidos en puntos estratégicos por toda la ciudad. Para que esta funcione, ya hemos visto que es necesaria una estudiada red compleja para gestionar toda el agua.
Santander es una ciudad que se caracteriza por las frecuentes lluvias, por lo que existe un sistema de almacenamiento que se compone de una serie de depósitos que se encuentran distribuidos, de oeste a este, a lo largo del Paseo General Dávila (una de las vías principales de la ciudad) por ser la zona más alta de la ciudad de Santander, a excepción de un depósito, el de El Tojo, que se encuentra a la salida de la estación de tratamiento de agua potable y hace función de depósito para el consumo de Santander, además de pueblos como Astillero, Camargo y Bezana.
Pero el más antiguo de todos data de 1884. Se llama depósito de Pronillo y merece la pena comentarlo por su construcción. Como en Barcelona, son dos cuencos de sección rectangular, pero la obra es de fábrica de ladrillo, con cubierta de bóvedas soportadas por arcos del mismo material, sobre pilares de sillería y tiene una capacidad de 16.000 m³, que le da un aspecto más cuidado, como se ve en la foto.